jueves, 26 de marzo de 2009

Gene Edwards. Las crónicas de la puerta: El principio


...
Medio enloquecido, Adán empezó a correr, precipitándose en la espesura del bosque caído, con la esperanza de dejar atrás, de algún modo, su desnudada figura. Al correr, una horda de pensamientos e imágenes psicóticos penetró bullendo en su mente y se mezcló con su imaginación,
Hurtando su pureza.
Envenenando sus pensamientos.
Torciendo sus motivos.
Engrosando su intelecto.
Pulverizando su voluntad.
Y desenfrenando sus emociones.
Por su mente pasaron, arrastrándose, cual monstruos inmundos y grotescos, multitud de pensamientos que lo incitaban constantemente a saciar deseos insaciables.
El amor claudicó ante la lujuria.
El gozo huyó delante del placer.
La necesidad se tornó en codicia.
El enojo en odio.
La fortaleza en poder.
La humildad en orgullo.
El hambre en glotonería.
La comunión con Dios se convirtió en religión. Y las intuiciones y percepciones de su espíritu fueron reemplazadas por la clara y precisa lógica de una mente caída e ilógica.
Entonces le vino una comprensión final, horrorizante:
—No es tan sólo que la luz me ha abandonado, —gritó con desesperanza—, sino que ahora me estoy quedando ciego. ¡Sí, ciego! ¡Me estoy quedando ciego! El ámbito invisible... ¡se está desvaneciendo de mi vista! ¡Ya no puedo ver claramente lo invisible!...



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