sábado, 25 de julio de 2009

La vida suprema, Gene Edwards

Escuchen ustedes, todos los legalistas.

El bien no es aquello por lo que tienen que luchar. “Ser bueno” ciertamente no es la medida de Dios. La moral no constituye el asunto. Corran en pos de la decencia, de las reglas, de los derechos, de la moralidad, de la modestia, de la honestidad y del vivir correctamente, hasta que se vuelvan medio locos de desesperación; con todo, nunca satisfarán el anhelo que hay en ustedes de “ser buenos”. ¡Nunca! Y a pesar de sus mayores esfuerzos, nunca verán que otros a quienes se exige que “sean buenos”, hagan nada más que fallar. Ellos, viviendo bajo las reglas de ustedes, nunca llegarán a vivir a la altura de sus exigencias. Romperse la cabeza contra la pared tiene más esperanzas de cumplir algo positivo que las exigencias de ustedes por una buena conducta.

No importa cuán morales sean, nunca acallarán esa voz que está dentro de ustedes, que exclama: “Hagan mejor”, o “Aún no han ido bastante lejos”, o “Hagan mejor, esto no es bastante elevado.”

Les recomiendo que hagan lo que el más grande legalista de todos los tiempos hizo. Hagan como hizo San Simón. Encarámense sobre una columna de piedra de 15 metros de alto, acomódense allá arriba en un espacio cuadrado de unos 90 centímetros de lado, coman una ración diaria que consista sólo en tres higos. Hagan esto durante toda su vida de adultos. Y así y todo, algo dentro de ustedes gritará: “Reduce tu espacio en que vives a sólo sesenta centímetros de lado. ¡Come tan sólo dos higos al día! Y avergüénzate por lo que soñaste anoche. Y considera cuán terrible fue ese pensamiento que tuviste esta mañana. Obviamente eres del todo indigno. ¡Esfuérzate más! ¡Más!”

Hagan todo lo que hizo San Simón, y aún estarán viviendo en la biosfera del árbol (y de su fruto del conocimiento) del bien y del mal. El impulso al bien viene del árbol de la tiranía, de las reglas del legalismo, de la actuación, del bien y del mal. ¡El árbol de la muerte!

La vida y la libertad provienen de un árbol completamente diferente. La victoria está en la vida, no en el bien. Asimismo el triunfo está en la libertad, no en las normas.

El árbol del cual Adán no llegó a comer, no se llamaba el Arbol del Bien. Se llamaba Vida.

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